Versículo clave:
«Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla, y le digas: ¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido y a tu hijo? Y ella dijo: Bien.» – 2 Reyes 4:26
Introducción cálida
He tenido días en los que todo parece derrumbarse. Momentos en los que las palabras se me atoran en la garganta, en los que el alma está temblando, pero mi boca repite: “Todo está bien”. No porque así lo sienta, sino porque he aprendido a confiar en el Dios que ve más allá de lo visible. Esta historia de una madre sunamita me confronta con una fe que no niega el dolor, pero que elige proclamar esperanza en medio de lo imposible.
Contexto histórico y profético
El relato se ubica en el contexto del ministerio profético de Eliseo, sucesor de Elías. Eliseo servía como profeta en tiempos del reino dividido de Israel, durante una etapa de decadencia espiritual. La mujer sunamita, mencionada en este capítulo, no era israelita de nacimiento, pero mostró una fe notable al reconocer a Eliseo como un hombre de Dios.
El evento ocurre en una época donde las mujeres sufrían desventajas culturales. No obstante, esta mujer aparece como figura central de fe y determinación. Eliseo había profetizado el nacimiento de su hijo, y ese hijo representa una promesa cumplida. Pero la muerte inesperada del niño pone a prueba su fe. En vez de clamar con desesperación, se dirige al profeta declarando: “Todo está bien”. Esta frase, tan breve y poderosa, se vuelve una declaración profética que trasciende las circunstancias.
Desarrollo doctrinal
- La fe declara victoria en medio del dolor
La mujer sunamita no estaba negando su dolor. Su hijo había muerto. Pero sus palabras “Todo está bien” reflejan una fe que habla desde lo invisible (Hebreos 11:1). El apóstol Pablo dice: “Porque por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7). Su confianza no estaba en la lógica, sino en la fidelidad de Dios. Ella sabía que quien había dado vida, también tenía poder para restaurarla. - La fe auténtica no huye, actúa con determinación
Ella no se quedó llorando en casa. No se lamentó ante los vecinos. Fue directo al hombre de Dios. Esta actitud nos enseña que la fe no es pasiva. Santiago 2:17 afirma que “la fe, si no tiene obras, es muerta”. Su viaje hacia Eliseo no era simplemente geográfico, sino espiritual. Buscaba respuestas del único que podía interceder ante Dios. - Dios responde a la fe perseverante y reverente
Cuando Giezi la encuentra en el camino, ella no se detiene. No quiere hablar con el siervo, quiere hablar con el profeta. Esta distinción muestra que ella no se conforma con la superficie, busca lo profundo. Jesús dijo: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). Su fe la llevó a tocar el corazón de Dios. - La promesa de Dios no muere, aunque parezca muerta
Su hijo era una promesa. Aunque físicamente había muerto, ella no lo aceptaba como el final. ¡Qué lección tan poderosa! Las promesas de Dios no están sujetas a las condiciones visibles. Romanos 4:21 dice que Abraham estuvo “plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido”. La mujer sunamita compartía esa convicción. - El milagro sucede cuando soltamos el control y nos rendimos a Dios
Eliseo llega, ora, se postra, y el niño revive. El milagro ocurre cuando todo está fuera del control humano. Es Dios quien actúa. A veces creemos que debemos resolverlo todo, pero Dios nos enseña que los milagros suceden cuando nos rendimos. Salmo 46:10 dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”.
Citas de Elena G. de White
“La fe se afianza en la palabra de Dios, y en medio de la oscuridad más profunda, sabe que la luz ha de venir.” – El Deseado de Todas las Gentes, p. 256
“Los que confían plenamente en Dios no serán confundidos, aunque sean severamente probados.” – Testimonios para la Iglesia, tomo 4, p. 163
Ilustración
Recuerdo a una madre de nuestra iglesia cuyo hijo enfermó gravemente. Mientras los médicos daban diagnósticos oscuros, ella repetía: “Dios está en control”. Algunos pensaban que estaba en negación, pero yo veía otra cosa: una fe madura. Aquel niño se recuperó contra todo pronóstico. Pero incluso si no lo hubiera hecho, su madre había decidido confiar. Esa mujer sunamita vive hoy en muchas madres, padres y creyentes que se aferran a lo invisible como si ya fuera visible.
Aplicación personal práctica
¿Hay alguna situación que parece haberse muerto en tu vida? ¿Un sueño, una relación, una esperanza? Hoy Dios te invita a declarar “Todo está bien” no como una fórmula vacía, sino como una convicción basada en Su fidelidad. La fe no es negar la realidad, es proclamar que hay una realidad más alta: la soberanía de Dios. Él no ha terminado contigo.
Llamado espiritual
Si estás en medio de una tormenta emocional o espiritual, corre al “profeta” que es Cristo. Acércate con fe, no con resignación. No te conformes con explicaciones humanas. Busca la presencia de Dios. Declara con fe: “Todo está bien”, no porque lo veas, sino porque lo crees. Porque sabes en quién has confiado.
Reto de fe para la semana
Cada día de esta semana, al despertar, repite esta frase: “Todo está bien, porque Dios está conmigo”. Escríbela. Pégala en tu espejo. Dísela a tus hijos. Que se vuelva tu bandera de guerra espiritual. Porque aunque no lo parezca, Dios sigue obrando.
Frase destacada evangelística
“Aunque todo parezca perdido, declara con fe: ¡Todo está bien, porque Dios no ha terminado Su obra!”
Oración final
Amado Padre celestial, en medio del dolor, la confusión y el silencio, te confieso que a veces me cuesta decir que todo está bien. Pero hoy, como la mujer sunamita, elijo confiar. Elijo correr hacia ti. Elijo proclamar vida, aun cuando el panorama hable de muerte. Renueva mi fe. Fortalece mi corazón. Ayúdame a recordar que las promesas que Tú das, Tú las sostienes. Que aunque no vea el milagro, lo espero, porque sé que Tú eres fiel. En el nombre de Jesús, amén.
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