📖 “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios.” Levítico 20:7 (RV60)
📖 Leer Levítico 20:7 en BibleGateway{:rel=”dofollow” target=”_blank”}
LA SANTIDAD EN LA VIDA CRISTIANA SEGÚN LEVÍTICO 20:7
En el corazón del libro de Levítico encontramos una de las declaraciones más poderosas del Antiguo Testamento: “Sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios”. Esta invitación no solo se repite a lo largo de la ley mosaica, sino que es retomada por el apóstol Pedro en el Nuevo Testamento como mandato vigente para todos los cristianos (1 Pedro 1:15-16).
La santidad en la vida cristiana no es una opción, es un llamado. Levítico 20:7 nos recuerda que la consagración no es un accesorio espiritual, sino una respuesta a la identidad y carácter de Dios. Él es santo, por lo tanto, su pueblo también debe serlo.
El contexto de Levítico muestra cómo Dios separa a Israel de las naciones para establecer una comunidad distinta, pura, consagrada. Ese llamado sigue vigente hoy. Somos llamados a vivir apartados del pecado, reflejando el carácter divino en medio de un mundo caído.
INTRODUCCIÓN: LA SANTIDAD COMO IDENTIDAD DEL CREYENTE
Vivimos en una época donde las líneas morales son borrosas. Lo que antes era considerado sagrado, hoy se trivializa. Lo que antes se evitaba por respeto a Dios, hoy se justifica por comodidad personal. En medio de este panorama, la voz de Levítico 20:7 resuena con fuerza: “Santificaos, y sed santos”.
La santidad en la vida cristiana no es vivir aislado del mundo, sino vivir distinto en medio del mundo. No es superioridad espiritual, es humildad obediente. Es reflejar en nuestro carácter lo que Dios es en esencia: pureza, verdad, justicia y amor.
Este sermón explora cómo podemos vivir la santidad en la vida cristiana con gozo, poder y coherencia. Porque cuando Dios dice “sed santos”, también provee todo lo necesario para hacerlo posible.
1. DIOS ES LA FUENTE DE TODA SANTIDAD
La santidad en la vida cristiana comienza con una revelación: Dios es santo. No solo es uno de sus atributos, es su esencia. Isaías vio serafines clamando: “Santo, santo, santo es Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:3).
Cuando Dios dice “sed santos porque Yo soy santo”, nos está llamando a ser como Él. A reflejar su naturaleza en nuestras decisiones, palabras y estilo de vida. No somos santos por comparación con otros, sino por imitación de Cristo.
La verdadera santidad nace de la adoración. Cuanto más contemplamos a Dios, más nos damos cuenta de lo que debemos abandonar y de lo que Él quiere formar en nosotros.
2. LA SANTIDAD REQUIERE SEPARACIÓN DEL PECADO
“Santificarse” significa literalmente “apartarse” o “consagrarse”. No se trata solo de evitar lo malo, sino de dedicarse a lo bueno. La santidad en la vida cristiana implica una ruptura con el pecado y una entrega total a Dios.
Levítico 20 describe prácticas impuras que debían ser evitadas por el pueblo de Israel. Hoy, el creyente también debe discernir lo que lo contamina y alejarse. No por legalismo, sino por amor. No por temor, sino por lealtad a Dios.
La santidad no es ausencia de tentación, es decisión constante de obedecer. Es vivir conscientes de que somos templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19).
3. LA SANTIDAD ES OBRA DE DIOS EN NOSOTROS
Aunque somos llamados a santificarnos, no podemos lograrlo en nuestras fuerzas. La santidad en la vida cristiana es fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23), resultado de permanecer en Cristo (Juan 15:5).
Filipenses 2:13 dice: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. No se trata de perfeccionismo humano, sino de transformación divina.
Dios no espera que cambiemos para aceptarnos. Nos acepta para cambiarnos. Él obra desde adentro hacia afuera. Nuestra parte es rendirnos cada día, permitirle moldear nuestra voluntad, y caminar por fe.
4. LA SANTIDAD SE VIVE EN LO COTIDIANO
La santidad en la vida cristiana no se limita al sábado o a la iglesia. Se expresa en el hogar, en el trabajo, en nuestras relaciones. Es integridad, pureza, humildad, dominio propio.
Levítico no es solo una lista de leyes religiosas. Regula también higiene, justicia social, relaciones familiares. Porque para Dios, todo aspecto de nuestra vida importa. Ser santo es ser coherente: lo que predico, vivo; lo que creo, practico.
La verdadera espiritualidad se nota en lo diario. En cómo hablas, cómo tratas a los demás, cómo respondes al conflicto, cómo manejas tu tiempo y recursos.
📎 También te puede interesar: Romanos 12:2 – Transformados por Dios{:rel=”dofollow” target=”_blank”}
5. LA SANTIDAD PREPARA PARA LA VENIDA DE CRISTO
Hebreos 12:14 dice: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”. Esto no es una amenaza, es una advertencia amorosa. La santidad es la marca de los que esperan a Jesús.
Apocalipsis describe a un pueblo fiel que “sigue al Cordero por dondequiera que va” (Apoc. 14:4). No es perfecto por sí mismo, sino por la sangre de Cristo y la obra continua del Espíritu.
Vivir en santidad hoy es ensayar para la eternidad. Es vivir en comunión con Dios ahora, mientras esperamos el día en que le veremos cara a cara.
ILUSTRACIÓN: EL VASO APARTADO
Una madre tenía un juego de vasos. Había uno, muy especial, que solo se usaba en ocasiones solemnes. Estaba limpio, brillante y siempre reservado. Ese vaso era “santo” en su casa. No porque fuera mágico, sino porque estaba apartado para un uso especial.
Así es nuestra vida. Dios quiere que no estemos manchados, usados para cualquier propósito. Nos llama a ser vasos limpios, útiles, apartados para su gloria.
CITA DE ELENA G. DE WHITE
“La verdadera santificación es una obra diaria. No es obra de un momento, una hora o un día, sino de toda la vida. No se obtiene por un feliz vuelo de sentimientos, sino por una muerte continua al yo y por una obediencia constante a la voluntad de Dios.” (El Camino a Cristo, p. 70)
SEGUNDA CITA DE ELENA G. DE WHITE
“Cristo está esperando con anhelo el manifestarse en su iglesia. Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá en busca de ellos como su propiedad.” (Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 69)
APLICACIÓN PERSONAL
Yo misma he experimentado el desafío de vivir en santidad. No siempre es fácil. El mundo nos ofrece atajos, excusas, distracciones. Pero cada vez que vuelvo a la Palabra, cada vez que recuerdo que Dios me ha llamado a ser diferente, renuevo mi decisión de consagrarme.
La santidad en la vida cristiana no es un peso, es un privilegio. Es una vida llena de propósito, dirección, paz y gozo. Cuando fallamos, Él nos restaura. Cuando dudamos, Él nos afirma. Cuando obedecemos, Él se glorifica.
LLAMADO: RESPONDE AL LLAMADO A LA SANTIDAD
Hoy Dios te recuerda: “Santificaos, y sed santos”. ¿Responderás? ¿Te rendirás nuevamente? ¿Permitirás que el Espíritu limpie lo que debe ser limpiado y fortalezca lo que debe ser fortalecido?
La santidad en la vida cristiana es posible porque Dios la hace posible. Solo necesitas decir: “Aquí estoy, Señor, transfórmame”.
PREGUNTAS DE REFLEXIÓN
- ¿Estoy tomando en serio el llamado de Dios a vivir en santidad?
- ¿Qué áreas de mi vida necesitan ser apartadas para Él?
- ¿Estoy buscando santidad solo externa, o también interna?
- ¿Cómo puedo reflejar el carácter de Cristo en mis relaciones?
- ¿Estoy viviendo hoy como quien espera ver a Jesús mañana?
FRASE DESTACADA
“La santidad en la vida cristiana no es inaccesible. Es el fruto de una entrega diaria al Dios que nos santifica.”
ORACIÓN FINAL
Señor, gracias porque me llamas a la santidad. No como un peso, sino como un privilegio. Hoy me consagro a ti nuevamente. Límpiame, renuévame, transfórmame. Que mi vida refleje tu pureza, tu amor y tu verdad. Hazme santo como tú eres santo. En el nombre de Jesús, Amén.
